Monday, November 21, 2016

El amor y la tristeza

La noche antes de que Jesucristo realizara la expiación y sufriera por los pecados del mundo, Él cenó y conversó con sus discípulos. Me asombra lo que dijo Jesucristo a sus discípulos en ese momento: “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Es increíble que horas antes de su sufrimiento y crucifixión, el Salvador pudiera centrarse en el amor.
John 13:1–35, Christ sitting at the Last Supper
            
Hay un video de la iglesia que comparte la experiencia de una mujer quien perdió a tres de sus hijos y a su esposo por la enfermedad. Me duele escuchar su cuenta trágica. Sin embargo, al fin, ella dice algo que siempre tengo presente: Que tanto puede sentir la tristeza y la desesperación, tanto también puede sentir el gozo y la felicidad. Ella dice que sus aflicciones le ayudaron a sentir más compasión y amor para los demás quienes están pasando por las mismas cosas.
            
Creo que Jesucristo se sentía lo mismo. El varón de dolores quien conocía el quebranto pudo hablar del amor con más poder que todos porque Él había experimentado y habría de experimentar lo más sufrimiento posible.
            
En mi vida, yo he descubierto que la tristeza nos puede ayudar a aprender lo que verdaderamente atesoramos. Cuando extrañamos a nuestra familias, terminamos una relación o sentimos lejos de nuestro Padre Celestial, comprendemos mejor la importancia que tienen esas cosas y esas personas en nuestras vidas.

            
Cada uno de nosotros podemos reconocer momentos de dolor como oportunidades de expandir nuestra capacidad emocional para amar y servir. Si permitimos que esos momentos representen nuestra capacidad para crecimiento, estamos siguiendo el plan del Señor para nosotros y las pruebas y desafíos de mortalidad nos ayudarán a llegar a ser los hombres y las mujeres que El Señor quiere que seamos.

Abajo se encuentra el video que mencioné:



Monday, November 14, 2016

La parábola de los talentos

Recientemente, yo aprendí algo de la parábola de los talentos en una manera que nunca había pensado antes. En esta parábola, un hombre llama a sus siervos y les da a cada uno un numero de talentos (una forma de moneda). A uno le da cinco talentos; a otro, le da dos talentos y al otro, le da uno. Después, el hombre se va a otro país. Cuando él regresa, el siervo con cinco ha ganado diez. El siervo con dos ya tiene cuatro. Pero el siervo con uno ha escondido su talento y no ha ganado nada.

            Mi parte favorita está en Mateo 25, versículo 28-29. Como castigo por malgastar su tiempo, el maestro dice del último siervo: “Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Esa escritura puede parecer injusto. Sin embargo, es evidencia poderosa de la misericordia del maestro. Esta escritura es evidencia que el siervo con diez talentos fue permitido guardar los talentos que él había ganado. Este siervo probablemente pasó todo su tiempo pensando que solo estuviera ganando dinero para su maestro, pero cuando el maestro regresó, el siervo se dio cuenta que todo sus esfuerzos se beneficiaría a si mismo.

            Me sentía similar durante mi misión. Durante dos años, pensé que yo estuviera haciendo un esfuerzo para pagar a Dios. Sin embargo, cuando regresé, me di cuenta que esos esfuerzos me bendijeron a mí mismo mucho más. Todo lo que el Señor me mandaba hacer era para mi propio beneficio. La habilidad de estudiar las escrituras, reconocer el espíritu, recibir revelación personal y ser obediente me han bendecido mucho. Si yo hubiera decidido malgastar mi tiempo, nunca habría recibido todas esas bendiciones.


            A veces nos preguntamos si el Señor pide demasiado de nosotros. Somos pedidos asistir a la iglesia, pagar diezmos, ir al templo, servir a los demás y cumplir llamamientos en la iglesia. Sin embargo, nos ayudaría recordar y reconocer que cada uno de estas cosas últimamente nos bendicen a nosotros y a nuestras familias. Cuando el Señor regresa, vamos a rendir cuentas de cómo le servimos. Serán ellos quienes guardaron los mandamientos en abundancia que herederán la vida eterna.

Monday, November 7, 2016

En su imagen

Con el trabajo, nuestras familias, las facturas y la iglesia, suele ser difícil establecer una balanza entre nuestras responsabilidades cotidianas y nuestras obligaciones espirituales.

            En mi clase del Nuevo Testamento, leímos la cuenta de cuando los fariseos tentaron a Cristo, preguntándole si los Judíos debían de pagar impuestos a los romanos. Cristo les da una respuesta increíble (Mateo 22:19-21). Hablando a los Judíos, él dice:

            “Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
           
            Entonces les dijo: De quien es esta imagen y la inscripción?

Le dijeron: De Cesar. Y les dijo: Dad, pues, a Cesar lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios.”

Mark 12:13–17, Jesus speaks to the Pharisees
Aprendimos que hay dos partes increíbles contenidas en esta respuesta. Primeramente, Cristo instruye a los Judíos que tienen una obligación a sus líderes terrenales. No son eximidos de sus responsabilidades mundiales

            Sin embargo, la parte segunda es la más significativa. Así como las monedas eran la propiedad de Cesar porque tenían su imagen, también entonces nosotros somos la propiedad de Dios porque somos hechos en Su imagen. Entonces, tenemos la responsabilidad de entregarnos a Dios.

            Recuerdo una vez cuando que se me acercaban unos exámenes. En la misma noche en la que iba a estudiar para ellos, mi barrio hizo un viaje al templo para hacer bautismos vicarios. Estaba nervioso que si fuera, no podría estudiar lo suficiente para sacar buenas notas. Sin embargo, cuando llegué, me sentí una paz grande que me ayudó a olvidar mis preocupaciones. Al final, rendí muy bien en mis exámenes a pesar de que no estudié tanto.

            En nuestras vidas, todos tenemos las responsabilidades diarias. Debemos de pagar impuestos a un gobierno que nos proporciona muchos servicios. Pagamos la renta a las personas que nos da un lugar para alojarnos. Sin embargo, la obligación más grande que tenemos corresponde a Él que nos ha dado nuestros cuerpos y almas—todo lo que somos y que podemos llegar a ser. El leer las escrituras, orar, pagar diezmos, asistir a la iglesia, cumplir un llamamiento y guardar los mandamientos son partes esenciales de expresar gratitud por cada bendición que hemos recibido. Te prometo que si hacemos estas cosas con sinceridad, el Señor nunca va a dejar de bendecirnos.



Fui al concierto de "The National Parks"
Nosotros y la banda despues
Tambien fui al templo de Payson. Uno de los mas bellos en Utah!