Monday, November 14, 2016

La parábola de los talentos

Recientemente, yo aprendí algo de la parábola de los talentos en una manera que nunca había pensado antes. En esta parábola, un hombre llama a sus siervos y les da a cada uno un numero de talentos (una forma de moneda). A uno le da cinco talentos; a otro, le da dos talentos y al otro, le da uno. Después, el hombre se va a otro país. Cuando él regresa, el siervo con cinco ha ganado diez. El siervo con dos ya tiene cuatro. Pero el siervo con uno ha escondido su talento y no ha ganado nada.

            Mi parte favorita está en Mateo 25, versículo 28-29. Como castigo por malgastar su tiempo, el maestro dice del último siervo: “Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Esa escritura puede parecer injusto. Sin embargo, es evidencia poderosa de la misericordia del maestro. Esta escritura es evidencia que el siervo con diez talentos fue permitido guardar los talentos que él había ganado. Este siervo probablemente pasó todo su tiempo pensando que solo estuviera ganando dinero para su maestro, pero cuando el maestro regresó, el siervo se dio cuenta que todo sus esfuerzos se beneficiaría a si mismo.

            Me sentía similar durante mi misión. Durante dos años, pensé que yo estuviera haciendo un esfuerzo para pagar a Dios. Sin embargo, cuando regresé, me di cuenta que esos esfuerzos me bendijeron a mí mismo mucho más. Todo lo que el Señor me mandaba hacer era para mi propio beneficio. La habilidad de estudiar las escrituras, reconocer el espíritu, recibir revelación personal y ser obediente me han bendecido mucho. Si yo hubiera decidido malgastar mi tiempo, nunca habría recibido todas esas bendiciones.


            A veces nos preguntamos si el Señor pide demasiado de nosotros. Somos pedidos asistir a la iglesia, pagar diezmos, ir al templo, servir a los demás y cumplir llamamientos en la iglesia. Sin embargo, nos ayudaría recordar y reconocer que cada uno de estas cosas últimamente nos bendicen a nosotros y a nuestras familias. Cuando el Señor regresa, vamos a rendir cuentas de cómo le servimos. Serán ellos quienes guardaron los mandamientos en abundancia que herederán la vida eterna.

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